miércoles, 22 de febrero de 2017

Crisis, gastronomía y nutrición Parte III: De la Venezuela saudita a comer de la basura, por Marianella Herrera Cuenca.



El 2017 comienza sombrío para Venezuela y quienes crecimos en la “Venezuela Saudita” de finales de los 70 y comienzo de los 80, no podemos dar crédito a lo que vemos hoy. En aquella época vivimos, y no exagero,  un derroche de alimentos y bebidas, y no solo me refiero al caviar, salmón, paté de fois gras, champaña o escocés. Me refiero a alimentos básicos, ideosincráticos que manejábamos con holgura, tomándolos como seguros y atornillados en nuestro escenario. Los términos seguridad y soberanía alimentaria sonaban a espejismo y la “pobreza de la riqueza” no parecía hacerse entender a quienes estaban lejos de ella.

Cuando estudié medicina, en la casa que vence las sombras, nuestra bella UUUCV, ( Universidad Central de Venezuela) atendí en mi alma mater, el Hospital Universitario de Caracas (HUC), todo tipo de personas, desde gente en extrema pobreza, hasta gente que sencillamente buscaba la práctica y la experiencia de sus médicos, aun cuando podían pagarse otro tipo de atención médica. Hago esta aclaratoria, porque desde entonces la opulencia de Venezuela daba para todo, para atender a quien lo necesitaba y a quien no. La comida del Hospital Universitario, era sencilla pero buena y adecuada a las necesidades, se cumplían los turnos y como interna de pre-grado en ese hospital, muchas veces comí de madrugada en esa cocina, hoy en quiebra por falta de alimentos e insumos adecuados para los pacientes.

La Venezuela que viví en mi adolescencia, poco tiene que ver con la Venezuela actual, la que les toca a mis hijos adolescentes, yo podía salir a una fiesta sin temor, ellos no, yo podía ir al automercado libremente y comprar lo que necesitaba, ellos no. Mi mamá me enviaba al automercado para ayudarla con las compras y yo iba sin temores en una época donde los celulares no existían, mi mamá estaba segura que yo llegaría en una media hora con los encargos hechos y sana y “entera”, hoy no puedo enviar a mis hijos al mercado, perderían el colegio, o no podrían estudiar para el examen del día siguiente atrapados en inmensas colas que además constituyen una violación del derecho humano a la alimentación y son escenarios de violencia por la desesperación de comprar un alimento.

Pero la Venezuela de hoy, se ha convertido en más que colas y repartos de bolsas de alimentos, se ha convertido en un país donde la gente come de la basura. Con un alarmante 93% de venezolanos que refieren que sus ingresos no les alcanzan para comprar alimentos (ENCOVI 2016), muchas familias se han visto en la necesidad de hurgar en la basura en búsqueda de qué comer. Y es que hurgar la basura para comer tiene muchos ángulos, aspectos y perspectivas. Primero: puede entenderse que hay maneras de comer de las sobras, una de ellas es elegir entre el desperdicio de los mercados, lo más preciado: los tallos de brócoli, las cabezas de pescado, los recortes llenos de grasa de la carne, los “pescuezos “ del pollo que constituyen material comestible y relativamente adecuado si se consigue en un tiempo prudencial, donde no exista descomposición del alimento. Segundo: comer de las sobras de los demás, como por ejemplo de las sobras de los restaurantes, incluyendo la comida que dejan los demás, esto tiene el problema potencial de transmitir gérmenes que pudiese tener el primer comensal y tercero: la más peligrosa de todas, que es hurgar en los basureros donde existe ya contaminación y mezcla de todo tipo de desperdicios, particularmente en Venezuela, que no es un país que se caracteriza precisamente por la clasificación de la basura.

Mi primer contacto con gente, que comía las sobras de los demás fue en Brasil, corría el año 1993 y estaba yo en Sao Paulo, acompañando a mi esposo por su trabajo. Era la época de una inflación galopante en Brasil, de una inseguridad marcada y yo de terca me empeñé en ir caminando al centro comercial de Iguatemí, del hotel salieron conmigo dos guardaespaldas, pues se negaron a permitir que fuera sola. Al llegar me senté en un pequeño restaurante, donde comí un sándwich y quizás por las manías del embarazo le quité los bordes al pan. Cuando terminé y pagué mi cuenta para salir del lugar, sentí a mis espaldas una presencia, al voltearme vi a tres niños quizás entre 8 a 9 años o quizá mayores (con retardo de crecimiento?) que se peleaban por los restos de mi sándwich. En ese momento, con los ojos llenos de lágrimas y en mi portuñol recién aprendido, les dije que les compraría uno a cada uno. Los ojos desorbitados de alegría de esos niños no se me van a olvidar nunca!.  Niños a quienes no ayudé a resolver su problema, más si a tener unos minutos de felicidad,

El comer de la basura compromete la dignidad personal, altera la autoestima y es reflejo de la vulnerabilidad en cuanto a salud y alimentación a la cual están expuestos los venezolanos y cualquier otro ciudadano del mundo.

Mucho he reflexionado sobre la situación de la salud y alimentación en Venezuela, mucho he estudiado intentando encontrar una explicación quizás para lo inexplicable. ¿Qué ocurrió? Cómo llegamos a esta crítica situación, terrible y dolorosa. Pienso que se ha venido fraguando desde hace tiempo, mucho tiempo y muy posiblemente tuvo su fundamento en la inconsciencia de la Venezuela Saudita. Si, dolorosamente hemos pasado de la inconsciente Venezuela Saudita a comer de la basura.

Estoy segura que tiempos mejores vendrán para nuestro país, también posiblemente por la consciencia creada con el dolor y el sufrimiento, que son maneras que tiene el ser humano para aprender. El deber ser en alimentación se recuperará, y las madres podrán enviar a sus hijos al “super” a hacer el mandado y ayudar en la casa. Ese es el deber ser: ir al automercado y tener el dinero ganado en un trabajo digno para pagarlo, y que una madre no tenga miedo de que su hijo vaya caminando al mercado!.  Y sí,  soy optimista y que no me malinterprete el lector, el optimismo no debe ser confundido con facilismo, pues los tiempos que vienen aunque mejores no serán fáciles para nadie, más estarán marcados por esos maravillosos jóvenes que se niegan a perder la patria, que se esfuerzan cada día para dejar el nombre de Venezuela en alto en el Modelo de Naciones Unidas de la Universidad de Harvard como la mejor delegación internacional en 2017, o esos jóvenes de nuestra Universidad Central de Venezuela que creen en la democracia participativa y realizan sus elecciones a pesar de que un Tribunal Supremo de Justicia pretenda eliminárselas.  Esos maravillosos jóvenes que son la mayoría y que han aceptado el reto de reconstruir el país y de sembrar fuerza y esperanza en el pueblo venezolano.

@mherreradef
@ovsalud
*Profesora Universitaria, Directora Observatorio Venezolano de la Salud

Publicado en: Runrun

martes, 21 de febrero de 2017

¿La nueva MUD?



Después de mucho anunciar, por fin la MUD ha informado sobre su reestructuración. Hemos esperado la información con el interés que merecía, pero nuestras expectativas no quedaron satisfechas. Sabemos que se trata de un primer paso en un plan de renovación, y que, por lo tanto, deben seguir otros capítulos ante cuyo advenimiento seguimos pendientes, pero hasta hora los partidos coligados solo nos han sorprendido con un parto de los montes.

La MUD es importante para la sociedad que clama por cambios urgentes en la política venezolana. A su organización debemos pasos trascendentales para la recuperación de la democracia, como el triunfo en las elecciones parlamentarias. Ha tratado de mantener la llama de la controversia civilizada frente a la dictadura y se ha ocupado de movilizar a sus líderes en las diferentes regiones de nuestra geografía. Llevó los anhelos de la sociedad hasta cúspides que parecían inaccesibles, en suma, pero después, en poco tiempo, en cuestión de un año desolador, protagonizó o acompañó un declive que apenas permite hacer reminiscencia de los logros obtenidos. De allí la necesidad de mirar con cuidado lo que hace, pero especialmente lo que deja de hacer.

De momento, apenas ofrece una nómina de dirigentes que en general son poco conocidos, un repertorio de ciudadanos de buena voluntad a quienes deben presentar en detalle para conocimiento de la ciudadanía. Se trata de personalidades honorables, no cabe duda, pero sin un trabajo previo que no obligue a solicitar que los presenten en detalle, que los suban a la pasarela para apreciar a cabalidad las cualidades que deben tener y sobre las cuales no dudamos, pero que requieren un desfile previo para que no sigan inadvertidas.

El refrescamiento de las élites es bueno y necesario, por supuesto, pero tal vez estemos ante un desfile de medianías de las cuales no se pueden esperar las hazañas que requiere la sociedad para recuperar la confianza en sus dirigentes, para tener la seguridad de que su destino está realmente en las mejores manos. No descalificamos a los integrantes del elenco que ahora se nos presenta, entre otras cosas porque hay que dejarlo actuar para juzgarlos con propiedad, pero parece evidente que, si no son debutantes en la escena, hacían hasta la fecha el papel de segundones en el reparto.

Las circunstancias exigen un esfuerzo político de proporciones extraordinarias. La situación no está para medias tintas. Los reproches se hacen en función de la trascendencia del reto de salir de una dictadura que está acabando con el país. La lucha contra la adversidad requiere de políticos capaces de convocar inmediatamente la atención y el entusiasmo de las masas. ¿Está en eso la MUD actualmente? ¿Dio en el calvo con la nómina que ahora nos ofrece? El hecho de que nos ponga a averiguar la identidad de los miembros de su nuevo equipo de coordinación, porque solo lo sabemos en términos someros, no permite una respuesta sin reservas.

Editorial de: El Nacional

lunes, 20 de febrero de 2017

Mensaje a la minoria chavista sobre el abismo del narcotráfico.



Pido al lector que atienda las cifras a las que me referiré a continuación: se estima que, anualmente, el monto del negocio global de la droga está en un rango entre 320.000 y 600.000 millones de dólares. La amplia variación de los cálculos se debe a que las metodologías para intentar una aproximación son diversas: puesto que se trata de un delito cuyas transacciones ocurren en efectivo, es casi imposible precisar el volumen total de las mismas. Pero aun así, incluso las proyecciones más conservadoras hablan de montos más allá de todo razonamiento. De hecho, el narcotráfico es la práctica delictiva que más dinero moviliza, por encima de la falsificación de moneda, el tráfico de personas y el tráfico de petróleo. La economía venezolana, que tiene uno de los flujos más altos de dinero ilícito, es un terreno propicio para los narcotraficantes.

Pero, y esto es vital, el narcotraficante no se limita a producir y vender sustancias ilícitas y peligrosas para la salud, sino que crea y hace crecer una estructura paramilitar, policial, legal y política, para proteger su negocio. El narcotráfico se alía con guerrilleros, terroristas, regímenes políticos, sicarios, jueces, unidades policiales y con personas que se desempeñan en actividades de transporte. Las tentadoras sumas de dinero que manejan no solo les permite sobornar a las autoridades, sino que, como está sucediendo ahora mismo en Venezuela, logran convertir a los más altos jerarcas en sus socios y protectores.

El país y los venezolanos de bien, tanto los afectos a la inmensa mayoría opositora que clama por un cambio en el país, como también esa cada vez más reducida minoría de personas honestas que todavía mantienen su apego al régimen, deben –debemos todos– reflexionar sobre los múltiples peligros que nos acechan como país, si los narco promotores del negocio de la droga que forman parte del gobierno continúan expandiendo sus actividades.

Si Venezuela sigue siendo ruta de paso de la cocaína hacia Norteamérica y Europa; si se facilita la proliferación de laboratorios de procesamiento de pasta de coca; si las regiones sur y occidental del país se convierten en refugio y centros de acopio de bandas que trabajan para el narcotráfico; si no se actúa en contra de las personas, civiles y militares, que están involucradas en esta lesiva actividad, entonces ocurrirá lo que en otros países: la mortandad se multiplicará, los vínculos entre cuerpos uniformados y narcos se estrecharán, el poder de las bandas paramilitares se extenderá por toda la geografía nacional. Esto no son pronósticos, sino que son hechos que ya se están produciendo. En Venezuela todos los días ocurren muertes que son consecuencia del negocio de la droga. Lo que nadie puede olvidar es que robos, atracos, asesinatos dantescos y guerras entre bandas son muertes de la droga. La droga no solo puede matar a quienes la consumen sino que genera violencia y cobra vidas en todos los eslabones de su actividad.

Lo que está ocurriendo en Venezuela es de tal gravedad, que exige despojarse de posiciones políticas y afrontar su nefasta realidad: no había ocurrido nunca que tantos y tan altos cargos de un gobierno apareciesen involucrados en el delito de narcotráfico. Creer que esto es un ataque a la soberanía o una invención producto de la lucha política es errado: detrás de los anuncios hechos por las autoridades de Estados Unidos hay años de investigación, evidencias y cientos de miles de documentos, fotografía y otras pruebas que no podrán ser desmentidas. Cuando los juicios se produzcan, los que hoy proclaman su inocencia no tendrán como negar su participación en los hechos por los cuales se les señalan.

Los delitos por narcotráfico tienen un doble carácter: atentan contra las personas y contra las instituciones, por lo tanto, se les considera violaciones a la ley de amplio alcance, que son perseguidos más allá de las fronteras y con un rigor que los emparenta con las violaciones a los derechos humanos. Cualquier ilusión al respecto, es vana: ni el gobierno que los protege durará por siempre ni se salvarán del juicio y la cárcel que les corresponde. Que sean atrapados y enjuiciados es una legítima aspiración venezolana. De no ocurrir, Venezuela irá escalando en el ranking de países clave en el negocio del narcotráfico.

Miguel H. Otero

Publicado en : El Nacional.

viernes, 17 de febrero de 2017

LA MUERTE DE UN NIÑO HABLA MAL DE CHÁVEZ



Después de leer ese espanto, lo único que pude hacer fue llevarme las manos a la cabeza y llorar.

Siento el dolor vivo en el corazón cada vez que recuerdo el cuento que El Correo del Caroní publicó en su página web el primero de febrero. Ese periodismo que pasa inadvertido en las grandes ciudades, esa realidad que salta en cada calle de nuestras ciudades Venezuela adentro. No nos enteramos, como si no importara.

La niña tenía 7 meses de nacida y vivía con su mamá en el barrio José Tadeo Monagas, en San Félix, estado Bolívar. Orangelis, se llamaba. En pasado, dejó de llamarse, dejó de respirar, dejó de existir. Esto para mí es un duelo, como es un duelo permanente lo que presencio cada día, la vida se nos escapa a los venezolanos.

La muchachita tenía unas manchas en la piel y la mamá la llevó a un centro hospitalario de la zona para que la vieran. Los médicos le dijeron al principio que eran unas marquitas que salen producto de la desnutrición. Hicieron su trabajo, la estabilizaron, pensaron que se recuperaría. Pero todo dependía de que esa pobre mujer consiguiera fórmula infantil para darle de comer. Y no consiguió. Aunque la hubiera conseguido, no tenía dinero para comprarla, es muy cara. Se supone que al centro asistencial debería llegar este insumo desde Caracas, pero tenían semanas sin recibir. No sé si la ministra sabrá lo importante que es este recurso para los más pobres, de repente cree que es un consumismo que nos ha inculcado el capitalismo.

La bebita fue empeorando hasta que no pudo más, no aguantó, se fue. “El domingo en la noche, Orangelis empeoró y, finalmente, dejó de respirar. Cuando murió, uno de sus ojos se desprendió de la cuenca ocular”, relata el colega del diario.

El diagnóstico fue claro desde el principio. Con la desnutrición van fallando todos los órganos hasta que dejan por completo de funcionar.

II

¿Me he vuelto amarillista? Disculpen, pero no puedo ocultar mi dolor, y siento que debo decirlo, contarlo con todos los detalles. Que la gente que no haya leído esa nota en el periódico guayanés tenga la posibilidad de enterarse de lo que pasa. Los mismos médicos del centro asistencial donde murió la pequeña afirman que 80% de las consultas en pediatría son por desnutrición.

No sé si me explico, no es que una mamá llega a ver al pediatra y le dice: “Mi hijo tiene desnutrición”. Llega como la mamá de Orangelis, porque tiene unas manchitas, porque no deja de llorar, porque no duerme, porque tiene una gripe que no se le cura, porque tose desde hace meses. Son manifestaciones de un mal mayor, que carcome los cuerpecitos de esos angelitos. La ignorancia, la pobreza y la escasez son una combinación letal. Porque, lamentablemente, esas madres no saben, seguramente gestaron estando desnutridas, nadie les enseñó a comer.

¿Me he vuelto grosera? A juicio de cierto capitán, debo ser la mujer con la boca más sucia del país. En San Félix en este arranque de año ya han muerto cuatro niños por esta misma causa. Eso solo en esa ciudad. ¿Y qué pasa con los que se han muerto en todo el país? Cada niño, cada bebé, cada adolescente que deja de comer es una grosería bien dicha en contra de Chávez.

Lo dicen los propios médicos, si esos niños consiguen ser estabilizados en los hospitales, “las probabilidades de vida son bajísimas: si no mueren aquí, mueren en la casa porque no hay qué comer”.

Puedo ser así o más grosera. No hacen falta malas palabras. La realidad completa de este país es el mayor insulto para la memoria del que no debe ser recordado. Y si es así, seguiré escribiendo insultos, porque a mí sí me duelen estos niños, capitán.

Ana Maria Matute
En ABC de la Semana

jueves, 16 de febrero de 2017

No hay por quien votar.





Fue el contenido que se leía en más de una pancarta de las utilizadas en el proceso electoral realizado el pasado 6 de noviembre en la República de Nicaragua para escoger al presidente de la República, vicepresidente y diputados al Parlamento Centroamericano y la Asamblea Nacional, también el argumento utilizado por las fuerzas opositoras al gobierno del actual presidente de ese país centro americano Daniel Ortega que no participaron en esas elecciones generales convocadas.
Convocatoria realizada en el marco constitucional pero precedida por un conjunto de acciones cuya similitud con las que hemos visto en Venezuela nos hace pensar que la coincidencia no es producto de la casualidad, al contrario, es el reflejo de un proceso que ha venido tomando cuerpo en nuestra América Latina y que pareciera con las limitaciones institucionales que también intenta penetrar otros espacios tanto en Norteamérica como en Europa.
La oposición Nicaragüense estuvo ausente de tan importante proceso de legitimación y expresión de la voluntad de los ciudadanos porque el gobierno de Daniel Ortega se había encargado desde el año 2007 cuando regresaron al poder, de aniquilar a la oposición en su país, apoderarse del Parlamento y tener el pleno control de los otros poderes del estado, prueba de ello fue la decisión del Consejo Supremo Electoral de quitarle representación legal al Partido Liberal Independiente, principal agrupación política de la Coalición opositora, luego de un fallo de la Corte de justicia cuyos magistrados son acusados de obedecer directamente las órdenes del presidente Ortega y la posterior destitución de 28 diputados opositores del Parlamento Nacional. Conscientes estaban que esas elecciones no eran transparentes, libres ni tampoco competitivas.
Ortega perdía su legitimidad de origen desde el momento que la oposición duramente atacada y sometida decidió no participar convirtiéndolo en el único candidato importante en los comicios que la oposición había catalogado como “farsa electoral”.
Pero no solo la dirigencia política, también la Conferencia Episcopal nicaragüense se había pronunciado de manera contundente en un duro comunicado de todos los obispos deplorando el intento de implantación de un régimen de partido único en el país, haciendo desaparecer la pluralidad ideológica, cuestión absolutamente nociva para la democracia y el país. Se cerraban así las puertas de la vía electoral en Nicaragua y se le robaban al pueblo su derecho a votar libremente, expresaban los más connotados analistas.
La decisión del presidente Daniel Ortega de prohibir observadores independientes que verificaran la transparencia de las elecciones complementa el coctel de genuinas dudas sobre el proceso electoral convocado y que persiguió una reelección para mantener a un régimen que se cuela a costa de vender un gobierno basado en programas sociales denunciados como una nueva forma de clientelismo  orientado más a comprar lealtades que a cambiar la realidad de los más pobres de la población en el país que sigue siendo el segundo más pobre del hemisferio, después de Haití.
A ello le sumamos la represión e intimidación que afirman se utiliza para amedrentar a las voces opositoras, así como la existencia de una “alianza de silencio”; con los grandes grupos empresariales, a los que acusan de aceptar el sacrificio de importantes principios democráticos a cambio de estabilidad.
Pero no solo las acciones oficialistas hicieron mella en el desánimo de los electores cuya abstención rondo el 42% de acuerdo a los números de las encuestadoras más reconocidas, también el discurso opositor dedicado a la institucionalidad y la norma democrática alejo a esos representantes de la conexión con las demandas sociales y problemas de la gente y la imposibilidad de lograr la unidad real sin duda alimento y coadyuvo para las pretensiones de los que algunos llaman “dictadura”.
Así fueron las cosas las cosas y así son las pretensiones de quienes quieren hacer desaparecer la disidencia venezolana para mantenerse en el poder. Saben que en buena lid y en igualdad de condiciones jamás podrían superar el descontento y la decepción, se saben superados por sus errores y equivocaciones y no les queda más que apelar a su control para someternos a procesos diseñados para no ser cumplidos, para que las metas no sean alcanzadas y justificar la desaparición de organizaciones que no aceptamos la implantación de ninguna nueva dictadura en Venezuela. 

Deyalitza Aray


martes, 14 de febrero de 2017

Dictaduras, elecciones y transición.




Esta oposición electoralista y dialoguera llegó a su llegadero. Su impotencia es un hecho consumado. Estamos en medio de un vacío de poder y en plena crisis y estado de excepción. Llegó la hora de que las fuerzas que representan el sentir mayoritario del país superen sus propias inhibiciones y se unan en un frente de resistencia nacional con una sola consigna: ¡Desalojo ya! 

A Leopoldo López.

Ni la de Cipriano Castro, dictadura travestida de revolución libertadora, salió por elecciones, ni la de de Gómez, que luego de traicionarlo gobernó durante 27 años hasta salir del poder de muerte natural. Tampoco la de Pérez Jiménez, cuyo derrocamiento y destierro celebramos por estos días. Dos impecables democracias, en cambio, fueron violentamente desalojadas por regímenes dictatoriales: la de Rómulo Gallegos en 1948 y la inaugurada con el Pacto de Puntofijo y la clamorosa victoria de Rómulo Betancourt, defenestrada aviesa y turbiamente, mediante un golpe en cámara lenta que ha tardado 25 años en venir a escorarse en esta crisis humanitaria, con el estúpido e incomprensible consentimiento cívico militar golpista y la complacencia de las élites a partir del 4 de febrero de 1992.

Por eso mismo, para demostrar que una dictadura venezolana sí puede ser desalojada pacífica, constitucional, democráticamente, lo que no fue el caso en ninguna de las dos dictaduras del siglo XX, uno de los protagonistas de la decadencia política de la democracia liberal, Eduardo Fernández, se haya visto obligado a viajar hasta Polonia para dar con la prueba de su acomodaticia teoría.

Sin embargo, en una argumentación que bordea el absurdo, da simultáneamente las razones por las cuales su teoría pierde todo peso. La dictadura de Jaruselsky, que habría desaparecido del mapa por elecciones como las que la oposición electorera venezolana lleva casi dos décadas intentando, inútilmente por cierto, pues o las pierde o se las roban, había perdido todo respaldo de poder real: la oposición había tomado la calle insurreccional, masiva, explosivamente bajo el liderazgo del líder metalúrgico Lech Walesa; el Muro de Berlín había sido derrumbado por las masas insurrectas de la Alemania comunista en alianza con los sectores contestatarios de Berlín occidental, herederos de años de combates contra su propio establecimiento y todo ello no hubiera sido posible sin la implosión de la Unión Soviética y su Pacto de Varsovia, acorralados por la sabia, lúcida e inteligente “guerra de las galaxias” comandada por Ronald Reagan.

Como para terminar de poner la guinda en la insurrección democrática de Gdansk, Lech Walesa y los obreros portuarios, un sacerdote polaco, visceralmente anticomunista y antidictatorial, que conocía hasta el detalle las artes totalitarias de la sedicente República Popular y Democrática de Polonia, ascendió al papado bajo el nombre de Juan Pablo II. Por cierto, políticamente situado en las antípodas del argentino Jorge Bergoglio y cuyo nombramiento, en lugar de constituir un espaldarazo al populismo fue una clara señal de guerra a muerte contra el comunismo soviético.

Quiéranlo o no los electoralistas a todo trance, si alguna dictadura constituyente, como la venezolana, fue desalojada por votos, ya había sido desalojada por la multitudinaria, masiva e irrefrenable insurrección popular. Los votos no vinieron más que a confirmar los hechos: los dictadores estaban caídos.

Yo comprendo que Eduardo Fernández, que seguramente conoce el caso chileno mucho mejor y de fuente más directa que el distante caso polaco, prefiera, para justificar la bochornosa, oscura e impotente estrategia política de los partidos de la MUD, que la han llevado a la sepultura, inexorablemente condenada al fracaso si para poder votar debe renunciar a seguir el ejemplo de Lech Walesa, enfrentar frontalmente a la dictadura y poner a la masa contestataria en las calles, recordar sus tiempos de presidente de la Internacional Democratacristiana en Europa. Teniendo a mano el caso del plebiscito chileno que, efectivamente, sacó al tirano y su tiranía mediante un claro, límpido y transparente proceso electoral. Imagino que son dos las razones: la dictadura chilena no era una dictadura castrocomunista ni su naturaleza era constituyente, sino comisarial, ergo: imposible de ser comparada con la dictadura castro-comunista de Hugo Chávez, traspasada en andas de Raúl y Fidel Castro a un agente cubano de origen colombiano avecindado en Venezuela. Un apparatschik de los miles que conforman el Estado totalitario cubano o, siendo extranjeros, les sirven en el Foro de Sao Paulo, su Internacional Castrista. Tampoco los gobiernos de Lula-Dilma y de Néstor y Cristina Kirchner habían terminado de derivar a tortuosas dictaduras como la de Chávez-Maduro. La segunda es que la nonata dictadura castrocomunista de la Unidad Popular chilena fue asfixiada antes de que cogiera auténtico vuelo, no por elecciones, que muy posiblemente jamás hubiera sido destronada electoralmente, sino mediante un quirúrgico golpe de Estado llevado a cabo por unas coherentes, homogéneas y blindadas fuerzas armadas. ¿Cómo compararlas con las que asaltaron el poder en nuestro país para ponerlo al servicio de la tiranía cubana y el narcotráfico?

Tampoco la transición española viene al caso: Franco estaba muerto, el país, bajo el florecimiento del turismo a escala europea –la llamada industria sin chimeneas– había alcanzado un desarrollo exponencial, el país se enrumbaba a la modernidad de la globalización y desde los franquistas de Fraga Iribarne a los comunistas de Carrillo y la Pasionaria apostaban por la democracia. Con dos pesos pesados como para empujar la transición: Felipe González, por el Partido Socialista renovado y ya liberado del pesado fardo marxista, y Adolfo Suárez, por el Movimiento. ¿Comparables con los señores que presiden Acción Democrática, Primero Justicia, Un Nuevo Tiempo y el partido del señor Falcón? ¡Por favor!

Sobran los casos y sería absurdo exponerlos en una suerte de casuística transicional. Cada caso, como lo enseña la historia, es inédito. Pero lo que sí está claro y constituye una ley irrebatible de la política es que las elecciones, todas las elecciones, sean de la naturaleza que sean, están condenadas a no servir de nada si no subyace a ellas el acuerdo previo, esencial, existencial, tácito o explícito de los poderes fácticos y las partes en disputa por respetarlas como al Padre Santo. Y permitir que los poderes resultantes no sean castrados desde su propio nacimiento. Como fuera el caso de la Asamblea Nacional, convertida en un esperpento por obra y gracia de la justicia del horror. Un caso imposible de emular. Tal como lo establecieran Rafael Caldera, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt en el Pacto de Puntofijo. O Felipe González, el rey, Santiago Carrillo y Adolfo Suárez en el Pacto de la Moncloa. En Chile, ese acuerdo había sido aceptado por todos los protagonistas políticos, con excepción de Augusto Pinochet y los suyos. Pero ya estaban en franca minoría, no contaban con el Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y constituían un estorbo para un país ansioso de paz, justicia, prosperidad y progreso. Vale decir: de democracia. Todo lo demás es cuento. ¿Comparables Augusto Pinochet y las fuerzas armadas chilenas con Vladimir Padrino y las Fuerzas Armadas Bolivarianas?

Esta oposición electoralista y dialoguera ya llegó a su llegadero. Su impotencia es un hecho consumado. Estamos en medio de un vacío de poder en pleno estado de excepción. Llegó la hora de que las fuerzas que representan el sentir mayoritario del país superen sus propias inhibiciones y se unan en un frente de resistencia nacional con una sola consigna: ¡Desalojo ya! O bajamos la santamaría.

Antonio Sanchez Garcia.

Publicado en: El Nacional

lunes, 13 de febrero de 2017

La nueva MUD y el electoralismo.



Dos hechos ominosos ensombrecen el horizonte político nacional.

El primero de ellos ocurrió el martes de la semana pasada, cuando Jesús Torrealba, inexplicablemente todavía secretario ejecutivo de la MUD, en rueda de prensa convocada para informar sobre la reestructuración de la alianza, en lugar de hacerlo, se limitó a notificar que se había designado una junta reestructuradora, que en los próximos días presentaría las diversas opciones posibles de darle nueva forma y contenido a la organización. Más allá de la composición inaceptable de esta comisión, en la que incluso se incluyó al diputado Juan Carlos Caldera, a quien todos vimos en un video que lo mostraba siendo sobornado por Wilmer Ruperti, ¿cómo es posible que los dirigentes de la oposición, tras haber dilapidado el capital político que millones de venezolanos habían depositado en sus manos aquella excepcional jornada electoral del 6-D, insistan en desconocer de tan grosera manera el sufrimiento, la dignidad, el malestar y la indignación que embarga al pueblo opositor ante el incumplimiento sistemático del compromiso adquirido con los ciudadanos de cambiar presidente, gobierno y régimen en un plazo no mayor de 6 meses y sólo pensar, obsesivamente, en las “próximas elecciones”?

El segundo hecho lo protagonizó otra vez Vicente Bello, representante de la MUD ante el CNE, cuando al terminar una ingrata reunión de algunos delegados de la alianza con el directorio del ente electoral para precisar el proceso de reinscripción de los partidos, declaró que el diseño de ese proceso de renovación fue “improvisado y atropellado”, porque el CNE “no se percató de que en él se incluyeron los fines de semana de Carnaval y Semana Santa”. Una afirmación absolutamente complaciente y falsa, porque Bello, la MUD y todo el mundo saben que esta decisión, como siempre han sido, fue perfectamente calculada por el régimen y anunciada en el momento oportuno.

Si a esta interpretación tramposa de la realidad electoral, de clara inspiración en la fórmula empleada por Daniel Ortega para reelegirse en unas elecciones a las que no pudo presentarse la oposición, le añadimos la insultante rueda de prensa de Torrealba sobre la reestructuración de la MUD, debemos admitir que ciertamente buena parte de la oposición ha perdido el rumbo. Definitivamente y sin remedio aparente.

Esta situación se hace aún más grave si tomamos en cuenta que desde el pasado mes de octubre, cuando el régimen decidió borrar el referéndum revocatorio del mapa electoral, los principales voceros de la MUD, en rueda de prensa primero y desde la Asamblea Nacional después, sostuvieron que con esa decisión quedaba roto el hilo constitucional y se instalaba en Venezuela, ya sin ningún disimulo, una auténtica dictadura. Razón por la cual, para devolverle su vigencia a la Constitución, esos mismos voceros convocaron repetidamente al país a la rebelión civil. De ahí las grandes manifestaciones de protesta de aquellos días y la decisión parlamentaria de condenar políticamente a Maduro. ¿Cómo es posible entonces que representantes de esos mismos dirigentes hagan como si nunca hubieran hablado de dictadura y acudan a la sede del CNE, implacable instrumento del régimen desde el año 2003 para negarle a los venezolanos su legítimo derecho a elegir, con la intención de discutir con sus rectoras los términos de esas dichosas elecciones regionales, como si en Venezuela reinara una plena normalidad democrática?

Planteada en octubre la confrontación en términos de dictadura o democracia, ¿con qué propósito se anuncia la reestructuración de la MUD, para qué dialogar con las rectoras del CNE? ¿No constituye una inaudita aberración reducir el debate político a la celebración de elecciones en el marco de un régimen al que se señala como dictadura? Se comprende que Manuel Rosales y Henri Falcón lo hagan, pero ¿cómo van a actuar los restantes dirigentes de la oposición? El pueblo opositor espera de Leopoldo López, de Antonio Ledezma, de María Corina Machado, pero también de Julio Borges, de Henry Ramos Allup y de Andrés Velázquez una respuesta clara, sin sus habituales ambigüedades, coherente. Todos ellos tienen, esta semana, la palabra. Por lo que decidan hacer y digan serán juzgados.

Armando Duran.
Publicado en: El Nacional

domingo, 12 de febrero de 2017

Nuestra opinión: Huida, sumisión o insurgencia.



Revisando todos los artículos que he escrito desde el año 2009 hasta esta fecha, es impresionante como hemos cometido el mismo error una y otra vez, al tratar de combatir, a esta nueva forma de dictadura, con los métodos tradicionales del proceso democrático.

Ciertamente, en esta tribuna nunca hemos sido complacientes, con actitudes y acciones que desde la oposición han contribuido, innegablemente, a mantener este estado de cosas, hemos sido críticos, no solo por medio de nuestras opiniones, sino a través de una participación activa, militante y constante en todas y cada una de las actividades de calle, de defensa del voto, de movilizaciones y de la MUD como instrumento necesario e imprescindible para poder lograr cristalizar con éxito, esta durísima tarea que hasta ahora nos ha sido esquiva.

Cuando me refiero a la alternativa democrática, en ningún caso me refiero a las siglas de la misma, hablo de defender las bases, principios y objetivos para lo que fue creada, aquí ratifico lo que he manifestado mil veces, sin un “Acuerdo Nacional” por la defensa de la libertad y la democracia, que involucre a todos aquellos que realmente quieran cambiar, esta terrible realidad que vivimos y que transcienda a los intereses bastardos y mezquinos de algunos, estamos peligrosamente cercanos a continuar años tras año, con la misma cantaleta, con los mismos cuentos y con iguales resultados.

Muchos lo han dicho, sin conversaciones sinceras y honestas entre demócratas, que nos conduzcan a una posición firme, clara, realizable y compartida la historia se repetirá, no me crean a mí, simplemente den una hojeada a las principales declaraciones de este último mes de la dirigencia opositora, a lo largo y ancho del país y comprobaran como Venezuela apunta hacia un lado y nosotros hacia otro, en ocasiones parece que estamos conectados con el drama que sufrimos pero luego vemos como las acciones dicen otra cosa.

Lo ejemplifico, más allá del tema de la clara, una más, violación a la Constitución, al no realizar las elecciones regionales el año pasado, la desenfrenada carrera por querer ser gobernador de cualquier estado esta desatada y no me jodan con que así estamos en la calle y llevamos el mensaje de la unidad, ¡mentira!, cada quien habla de su proyecto personal y venden la especie de que si ganamos las gobernaciones estamos más cerca de lograr sacar del poder al régimen, eso es absolutamente falso, ni ganando todo, si es que hacen las elecciones, estaremos más cerca de nada.

A este régimen solo se le vencerá, cuando fruto de ese acuerdo nacional, crucemos la lucha política con el reclamo social, cuando acompañemos de manera decidida y recurrente a quienes sufren en carne propia la destrucción de su vida, cuando combinemos las aspiraciones legítimas, con la prioridad de devolverle a Venezuela un gobierno demócrata y de progreso, mientras decidir como primacía que un bendito reglamento de funcionamiento de la MUD, este por encima de que por fin, acordemos objetivos claros de la lucha, con un convencimiento total y un respeto activo, tanto adentro como afuera, la cosa lamentablemente no pinta para nada bien.

Podemos huir, algunos hacia afuera y otros resignándose en nuestro interior, también se puede claudicar y aceptar de manera sumisa que esta realidad cambiara solo cuando, en algún momento, la gente simplemente no aguante más y salga a no dejar piedra sobre piedra, o podemos intentar insurgir y encontrarnos en la ruta del cambio real que retumba en los venezolanos.

No es cualquier cosa de lo que hablamos, son ya 18 años de un régimen que a como sea, ha logrado conservar el poder, que no tiene ninguna, ninguna, intención de cederlo y que en lo más mínimo responde a canones de respeto, de leyes nacionales o internacionales, simplemente aprendió a manipular y a usar todo el poder del Estado para, indistintamente de los desmanes que comete, de las constantes violaciones a la Constitución, de su manifiesto desprecio por los derechos humanos básicos y de su profundo nexos con la corrupción y actos ilegales de todo tipo, mantenerse en el mando y burlarse de todo el mundo, tanto de los venezolanos como de una comunidad internacional atrapada en sus propias contradicciones. 

UNQUIJOTE

sábado, 11 de febrero de 2017

¿Duerme Maduro?



¿Qué se dirá a sí mismo Nicolás Maduro cada noche? Con seguridad se miente, nadie soporta una verdad tan cruda, reconocer el desastre en que ha sumido a Venezuela, la falta de esperanza en el futuro, el convencimiento de que la mejor salida es la del aeropuerto, como hacen los jóvenes mejor preparados bien informados y con los ojos abiertos.

Afortunadamente para él, Chávez murió a tiempo, se despidió de la política feliz, la enfermedad lo ayudó a no ver la realidad, sus últimos días de vida sirvieron para engañarlo. No tuvo la oportunidad de ver cómo había hundido el país.

Maduro, en cambio, tiene frente a sus ojos una Venezuela en ruinas, sabe que en el futuro la situación empeorará, pero carece de imaginación y de cultura política para emprender el gran viraje, poner la economía a producir, abrirles a los empresarios la oportunidad de trabajar.

Estamos, pues, en el peor de los mundos posibles, solo queda la esperanza de que el país siga desmoronándose hasta que toquemos piso y reconozcamos la realidad. Pero es bien difícil, porque el discurso popular es iluso y tonto.

Hoy faltan los medios y la infraestructura para lograr una vida decente para todos los venezolanos, carecemos de alimentos, medicinas, repuestos de todo tipo. Representamos una forma loca de hacer política y de gobernar, y tenemos en Miraflores a un hombre trabajador, pero ignorante que supone que si todos sacamos un carnet seremos felices. Alguna vez al contar esta historia increíble los venezolanos del futuro se preguntarán cómo fue posible tanta estupidez, cómo los economistas oficiales no vieron lo que tenía enfrente, cómo supusieron que con un maldito carnet disminuirían las colas.

Y no cesan las malas noticias. Las exportaciones de crudo petrolero de Estados Unidos pronto superarán las de varias naciones de la OPEP y crecerán mucho más si el nuevo presidente, Donald Trump, cumple su promesa de facilitar la exploración y la extracción de crudo en cualquier parte de Estados Unidos. El mayor consumidor de petróleo del mundo quizá venda hasta 800.000 barriles diarios este año, según varios analistas de Bloomberg. Estados Unidos ya exportó en los primeros días de este año 527.000 barriles al día.

La producción diaria de Estados Unidos llegará fácilmente a 9 millones de barriles en 2017, después de bajar a 8,87 millones en 2016.

Todo esto pondrá presión sobre los precios, en los momentos en que Maduro no cesa de mirarse el ombligo, como si no quisiera enterarse de lo que ocurre en el mundo. Le basta con repetir y oír su propio discurso populista que despierta aplausos en algunas partes del mundo, pero Maduro aprecia más un mensaje que le llegue de Cuba que los datos de la realidad.

Así nos va.

Bien mal.

Con el tema de la renovación de los partidos políticos Nicolás Maduro está aprovechando para sacar de su alianza a otras organizaciones que no sean su cúpula pequeña del PSUV. Según el diputado José Prat, “no hay que caer en la trampa de salir a legalizar los partidos en esas condiciones, hacerlo es convalidar un procedimiento que es ilegal y antidemocrático”.

Hay que movilizar al país y convencerlo de que solo con un viraje profundo de la economía, con poner al país a trabajar, con privatizar Pdvsa, con abrir Venezuela al trabajo fecundo y creador saldremos de este desastre.

Por desgracia, este discurso no se oye, sencillamente ni siquiera se dice.

Maduro duerme el sueño profundo del que rechaza ver la realidad, prefiere tomar en serio los elogios que le vienen del Caribe y los halagos de los que están enriqueciéndose.

No nos hagamos ilusiones.

Vamos mal y estaremos mucho peor.

Maduro no despertará.

Fausto Maso
Publicado en: El Nacional

viernes, 10 de febrero de 2017

De la escasez al hambre.



No hay duda de la dramática situación por la que pasa el país. Desde el año 2013, con énfasis en el 2014 hasta principios del 2016 el asunto de ubicar los alimentos básicos se ha convertido en un viacrusis de manera literal para la mayoría de los venezolanos. Ni hablar de los medicamentos que lo sigue siendo de manera aún más significativa, sufriendo un desabastecimiento de más del 90%.

Pero en el caso de los alimentos ha habido un giro importante en los últimos 11 meses. Ya el asunto no es conseguir los productos, que sigue siendo un problema, hoy el drama es tener con que comprarlos.

Un estudio reciente de Visor 360 Consultores a nivel de grupos focales y cuestionarios en 15 estados así lo refleja en boca de los mismos ciudadanos.

De ser difícil conseguir alimentos a pasar hambre:

GF1: “No se consiguen, no se pueden comprar, es estresante porque lo que se puede comprar no alcanza para que toda tu familia coma. Es muy agobiante calarse la cola para comprar una canilla, cuando en tu casa viven 6 personas. Está pasando de solo ser difícil conseguirse a estar pasando hambre.”

El alimento no alcanza:

GF3: “Yo creo que progresivamente el tema de los bachaqueros va a ir acabando, el problema va a ser el salario.”

Alimentos a crédito y contra el patrimonio familiar:

GF4: “Lo que pasa es que nosotros tenemos una herramienta que son las tarjetas de crédito, en mi casa, las 6 que tengo, de 50 o 60, cada vez que el banco me aprueba una yo no sé si llorar o reírme. Pero tengo para comprar un mes. Ahorita vienen los aguinaldos, entonces tengo que sacar los aguinaldos, pedir adelanto de prestaciones, pedir la caja de ahorros nuevamente, para poder hacer las hallacas en diciembre.”

Aumentar el salario no es la solución:

GF4: “En mi caso yo soy docente y como todos saben, los docentes somos uno de los estamentos más mal pagados… nada más que lo gasto en un día, bajo compro jamón, queso, un pollo y después esperar al veinticinco casi que así… ¡Pero es que aumentar el salario no es la solución! porque es como decía un político: “Mientras que el salario va por las escaleras, el aumento de todas las cosas va por el ascensor” entonces no, no es que aumenten el salario y mucha gente se alegra, pero es que todos los productos aumentan inmediatamente y quedamos en las mismas.”

Testimonios del hambre:

GF1: Moderador: “Voy a hacer una pregunta y el que no la quiera responder, no hay problema, ¿Hemos pasado hambre?

Si (en coro)”

Moderador: “¿Qué es pasar hambre? Descríbanme qué es pasar hambre

No comer nada un día, acostarte sin comer

Ni desayuno, ni almuerzo, ni cena

Por lo menos en mi casa somos dos, pero en una familia que tiene niños, yo puedo estar sin comer, pero no puedo dejar a mis hijos sin comer. En las casas donde haya niños dejarán de comer para darles a los niños.”

GF2: “He dejado de comer yo para que mis hijos coman.”

Esto es apenas un reflejo de una cruda realidad que debemos buscar superar de inmediato, más allá del diálogo, de la polarización, de las elecciones y fundamentalmente más allá de Maduro y su kakistocracia. Por ello en próximos escritos haremos planteamientos y convocatorias a la organización para atender este problema de todos.

Nicmer Evans

Publicado en: Analtica

jueves, 9 de febrero de 2017

¡Exigimos o nos acostumbramos!



Ésta es la verdadera polarización que existe actualmente en Venezuela. El debate personal y silencioso que lleva por dentro cada venezolano que se pregunta diariamente ¿hasta dónde pretenden llegar?, ¿adónde iremos a parar?, ¿qué vamos a hacer? Parecieran preguntas sin respuestas, sin alternativas, sin solución, acertijos que penetran cada día en nuestra conciencia y en nuestro estómago.
Se viven momentos de confusión y de desconcierto político, producto, por un lado, de un proceso revolucionario caracterizado por el populismo exacerbado como práctica pública fundamental, especie de aberración democrática partidista que ha generado una de las más devastadoras debacles económicas acompañada de la perversa ruptura del hilo, del orden constitucional nacional y vergonzosa violación de derechos fundamentales que ejecuta con descaro la oficialidad, y por el otro, de la carencia de una estrategia política de oposición coherente que responda a las expectativas de quienes se negaron a aceptar el modelo que desde hace diecisiete años se instauró en nuestro país y de los que asumiéndolo se sienten profundamente decepcionados de sus resultados. Hemos sido actores y espectadores al mismo tiempo de la desarticulación del rol fundamental de todos los poderes del Estado venezolano, de la inoperancia de las diferentes instituciones, de su subordinación no al mandato legal, sino a la direccionalidad política de turno que busca su permanencia a costa del riesgo general y el colapso total mientras insiste en sus historietas, vulgares cómics sobre el saboteo de un fulano imperio al que ataca, cuestiona, pero que mantiene como el mejor comprador.
Profunda preocupación genera que esa práctica degradante de sometimiento, nos invade hasta lo más profundo, mediante el empleo de retóricas persuasivas de falso bienestar que nos han ido conduciendo además a una crisis de representación que debemos atender, sobre todo cuando observamos cómo los ciudadanos poco a poco se distancian de sus dirigentes y van perdiendo interés en el ejercicio de la política gracias a esa suerte de permanente ensayo en la búsqueda de una fórmula mágica que nos saque del atolladero donde nos metieron y nos dejamos meter, mientras el sistema avanza en su esfuerzo por hacernos creer que solo ellos que ejercen el poder pueden atendernos y en consecuencia los necesitas para poder acceder a alguna forma de bienestar. De allí que sea no solo necesario sino urgente sacarnos de encima, sacudirnos la macabra victimización y el mito de la conspiración como propaganda política para pasar a una acción verdadera y menos discursiva. Cambiemos las preguntas y hagámonos otras, ¿realmente las llamadas tarjetas de misiones socialistas o ahora el llamado Carnet de la Patria saciarán las necesidades de un pueblo hambriento?, ¿por qué se decretan estas medidas? 
Lo peor es que pareciera que comenzamos a creer que es así como nos acostumbraremos a vivir porque no tenemos alternativa cuando la verdad está en nuestra capacidad de exigir, lo que no significa guarimbear y mucho menos claudicar. Exigir es defender nuestro derecho a tener la vida, el estado, el municipio, la ciudad, el país que queremos y merecemos, el que conquistamos y nos estamos dejando arrebatar. La situación no es nada alentadora, al contrario, se pone peor ante la posibilidad de un estallido social, se siente, se palpa, pero se retarda haciendo que el estado de ánimo de cada venezolano sea reflejo vivo de rabia y desesperación. Acostumbrarnos no debe ser la solución, de allí que resulta alarmante que en medio de este drama la ceguera de algunos y su desespero electoral los hagan olvidar dónde está la prioridad ciudadana, permitiendo con ello a un régimen tambaleante y tuerto, que gana tiempo y se siente rey, continuar con la falacia de querer salvar la patria.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Buscando las respuestas ante este régimen dictatorial.



Los venezolanos nos enfrentamos actualmente a una realidad fuera de los parámetros democráticos. Todos estamos padeciendo las consecuencias de las  terribles acciones del régimen madurista, por lo que es preciso que entre todos impidamos que se continúen.

El gobierno de Nicolás Maduro se inicia en unas controvertidas elecciones y va despojándose de sus atributos democráticos a medida que pierde apoyo popular y mantiene políticas que profundizan los graves problemas económicos y sociales de Venezuela. A partir de los contundentes resultados de las elecciones parlamentarias de 2015, que expresaron el reclamo mayoritario de un cambio de rumbo y de dirigencia gubernamental, el régimen madurista escaló la militarización del país, secuestrando instituciones como el CNE y el TSJ y eliminando las salidas constitucionales y democráticas. Impidió el RR, desconociendo la voluntad de gran parte de la población y puso en el limbo prácticas democráticas establecidas, como las elecciones de alcaldes y gobernadores.

La crisis venezolana, que ha venido profundizándose desde el 2013, llega a este año al agudizamiento de las emergencias alimentarias, médicas y de seguridad, sumadas a gravísimos cuadros económicos, sociales y políticos. El gobierno ha aprovechado esta situación para reforzar la presencia militar, bajo el falso argumento de la necesidad de su intervención, en todos los ámbitos, para solucionar los problemas nacionales. También ha establecido formas de control como los CLAPs y el Carnet de la Patria, por ejemplo, para someter y hacer dependientes del Estado a amplios sectores de la población, valiéndose de las necesidades básicas de las personas. La implementación de medidas como la recolección de billetes de cien, que trastornan la vida de los venezolanos y generan episodios de caos y violencia, son utilizados por el régimen para promover imaginarios enemigos y chivos expiatorios como causantes de la grave situación económica.

Operativos como las OLP, buscan avalar y normalizar el uso abusivo de la fuerza, produciendo innumerables violaciones a los DDHH y reforzando el marco de impunidad y violencia en las calles. También se intensifica la persecución política con la creación, inconstitucional, de un Comando Anti Golpe, que practica detenciones y encarcelamientos ilegales a miembros de partidos políticos e incluso a diputados en funciones de la Asamblea Nacional, a través de las acciones irregulares de cuerpos sin ningún control externo como el SEBIN.

El gobierno de Nicolás Maduro representa a un grupo cuyo único objetivo es mantenerse en el poder a toda costa, sin ninguna consideración a las necesidades de la mayoría y desconociendo las vías democráticas.

El gobierno de Nicolás Maduro se ha convertido en un régimen dictatorial.

Es necesario un proceso de concientización frente a esta realidad, que no puede ser ya ignorada. Sus repercusiones sobre los venezolanos son cada vez más terribles y se evidencian en las situaciones de pobreza, violencia, hambre y consternación que se suceden diariamente en el país.  Ya no podemos seguir percibiendo el régimen madurista como un gobierno ineficiente o simplemente irresponsable frente a la enormidad de la crisis del país. Es un régimen dictatorial que no busca solucionar los graves problemas que padecemos sino utilizarlos, enmarcándolos en su proceso de consolidación en el poder.

Venezuela vivió en el siglo XX las dictaduras del perezjimenemizno  y el gomecismo. Estos referentes son significativos, pero lejanos para las nuevas generaciones y en muchos aspectos resultan insuficientes para la comprensión de una situación como la  actual, compleja y novedosa. Resistir al régimen, sobreponerse a la crisis que estimula y reconstruir el sistema democrático y la convivencia, exigirá paciencia, compromiso y coraje, en medio de una dificilísima situación para todos nosotros.

Debemos encontrarnos, en un arduo aprendizaje, frente a este paradigma inédito y hostil, con nuevas formas de organización y participación. Desde las comunidades se vienen produciendo iniciativas en ese sentido, que deben ser reconocidas y formar parte de la discusión con los demás factores sociales, para el establecimiento de estrategias y acciones que enfrenten tanto las emergencias estimuladas dictatorialmente, como la recuperación de formas democráticas y de convivencia. La organización de las comunidades, en respuesta a sus necesidades y exigencias, también es fundamental para impulsar la apertura de la dirigencia opositora al resto de los sectores del país y participar de forma activa y acertada en los difíciles escenarios en los que estamos entrando. El reclamo de las personas ante la crisis es también hacia el liderazgo opositor de asumir en conjunto las dificultades y riesgos produciendo cambios reales y palpables.

El régimen dictatorial de Nicolás Maduro nos afecta a todos los venezolanos. Las respuestas para resistirlo y oponerlo también deberemos encontrarlas, y ponerlas en acción, entre todos.

Roberto Patiño.

Publicado en: Analitica

martes, 7 de febrero de 2017

Elecciones, puntos suspensivos............



Vamos a hablar claro. La última elección respetable que se realizó en Venezuela fue en 1998. De entonces a las votaciones  del 2000, se celebraron elecciones y referendos que si bien no fueron fraudulentos en sentido ortodoxo, si fueron irrespetados por el ventajismo del régimen chavista. Y desde el revocatorio del 2004, todas las votaciones han estado manchadas por el fraude, unas más que otras, sin duda.

Ahora bien, según la retórica oficial, Venezuela era el país con más elecciones en el mundo, prueba irrebatible, según esa retórica, de la naturaleza democrática de la llamada “revolución”. No importa claro está, que las tales elecciones fueran un monumento al fraude continuado. Siempre se podían conseguir unos “expertos” internacionales que convalidaran las cosas, o al menos que hicieran un “balance apropiado” de los comicios y referendos. Hay mucha tela que cortar en estas complicidades.

Y ahora esa misma retórica alega que “no hay condiciones para realizar elecciones en Venezuela”. Así, sin más ni más. ¿Qué pasó? Muy sencillo. Antes la hegemonía tenía unos niveles de respaldo que –con los aderezos del caso, permitía “legitimar” su poder despótico. Ahora tiene unos niveles de rechazo que hacen demasiado peligrosa cualquier consulta popular, así se lleve a cabo por las malas o las peores. Por eso no hay elecciones a la vista. Por ahora… Y los más adversos, al interior del oficialismo, de que haya elecciones regionales son los gobernadores que provienen del ámbito militar. Temen, y con razón, que se queden, como se suele decir, sin el chivo y el mecate…

Los propios técnicos de la MUD descartan que haya elecciones regionales en el primer semestre del 2017, y si no las hay ahora, la hegemonía se las puede arreglar para que tampoco las haya después. Ya se “peinaron” la solicitud de referendo revocatorio para el 2016, y de paso los comicios regionales previstos para el pasado diciembre. Y no pasó nada.

Se montó la tramoya del diálogo para convalidar la no-realización de consultas populares, y en ese tortuoso camino andamos, con patrocinantes de mala y buena fe, equivocados de plano éstos últimos. Maduro y los suyos no se quieren contar, y eso incluye, de manera especial, a casi toda la cúpula de la hegemonía, que no se concibe así misma sin la descarada impunidad del poder despótico.

Todo esto lo saben Rodríguez Zapatero, Samper y la comparsa que ayuda al continuismo de la hegemonía depredadora que destruye a Venezuela. Por eso tienen razón los obispos en el reciente documento, donde exhortan a un cambio profundo en la orientación del país, que se fundamente en la expresión soberana del pueblo. Y eso se llama elecciones. Justo lo que no quieren los que antes sacaban la cuenta de las votaciones teledirigidas del siglo XXI.

Fernando Egaña.

flegana@gmail.com

Publicado en: Analitica

lunes, 6 de febrero de 2017

Venezuela, basta del país portátil.

No existe línea recta en los procesos históricos, tampoco es un antídoto cometer errores para después no volverlos a repetir, la historia mundial está plagada de ejemplos, de cómo los clichés y medias verdades al final no estandarizan a ningún país, particularmente en nuestra región es impresionante ver, sentir y sufrir en carne propia, como de manera cíclica, volvemos a pisar el terreno que juramos nunca más volver, cambian si acaso los actores, las tecnologías y las formas, pero los resultados finales son los mismos.

Venezuela no es la excepción, frente a nuestras recurrentes crisis a lo largo de los años, parecemos regresar hacia pantanos ya vividos, lo urgente siempre termina comiéndose a lo prioritario y continuamente dejamos para después, el tomar acciones que impliquen, en serio construir y visualizar un país para los próximos 100 años, a lo sumo nos quedamos en un tráiler de las más cercanas elecciones, en lugar de edificar un sistema de transporte pensando en futuras generaciones, asumimos a un autobús y a un vagón como la “gran solución”. 

Hemos sido hijos de la inmediatez, del “ahora hay cosas más urgentes”, de la excusa de las necesidades sentidas, frente a las acciones necesarias para afrontar de raíz los problemas, los tiempos políticos han copado la agenda, los tiempos sociales han quedado para el análisis y el conformismo de quienes lo padecen.

La historia sin fin de este ensayo y error nos ha costado tener un país de parches, una nación que volvió a sucumbir frente al nuevo mesías hace ya más de 18 años, en lugar de escoger a quien ofrecía una posibilidad de cambio real, que incluso exhibía una envidiable gestión como primer Gobernador elegido en Carabobo de manera directa, nos fuimos por la freidor de adecos y copeyanos, por el vengador de los desposeídos, por el gendarme necesario, dizque para arreglar con orden y fuerza militar al país, el costo de esta última aventura portátil ha sido desolador y profundamente destructiva.

Estamos parados frente a nuevas encrucijadas, las decisiones que tomemos en el futuro inmediato, nos ubicara si continuamos con la misma canción o si por el contrario intentamos hacer algo diferente, lamentablemente quienes de alguna manera u otra están convencidos de que los actuales caminos políticos no nos llevaran hacia cambios sustanciales, sucumben, de nuevo, frente al chantaje de agarrar aunque sea falló. Se pliegan a la caravana política que nos ha llevado hasta donde estamos, no hay visión de país, solo resolución del momento, con la vaga esperanza de que una vez en alguna instancia de poder, desear hacer “algo bueno”, mientras tanto, intentamos sobrevivir y sobrellevar.

Para iniciar una salida de este país portátil debe existir convencimiento total de la necesidad de empezar, de saber que en lo absoluto va a ser muy popular muchas de las cosas que hay que hacer, pero que tampoco va a resultar peor que toda esta destrucción actual, es procurar entonces, convencer a las grandes mayorías del futuro que aspiramos, donde la esperanza no sea solo un jingle que funciona bien cuando suena la música, pero que se muere cuando la realidad la toca.

Desde esta tribuna hemos mantenido una lucha sin descanso por un Acuerdo Nacional de largo aliento, que involucre a una inmensa mayoría de venezolanos convencidos de la necesidad de sentar las bases, que nos permitan ir avanzando hacia el país que queremos, que soñamos y que debemos construir de ladrillo en ladrillo, basta ya de intereses mezquinos que solo aspiran salvar el trasero de algunos, o cambiamos o esta historia tendrá nuevos capítulos de fracasos, medias notas positivas y más cuentos de más de lo mismo.

Talento, preparación, temple y ganas nos sobra, adecuar los tiempos de los partidos a un proyecto incluyente, viable y real es posible, cada quien es libre de aspirar y de tener ideas diferentes, pero debemos dialogar entre demócratas para levantar un país, que definitivamente merece una mejor posibilidad de convertirse en una nación y no en retazos, del remix, de una película de un drama sin final.

domingo, 5 de febrero de 2017

La nueva etapa.



En Venezuela, hace ya varios meses, terminó una era y comenzó otra. No es que en esencia hayan cambiado los objetivos del régimen sino que, debido a su conversión en notoria minoría, los jerarcas rojos modificaron radicalmente los métodos para mantenerse en el poder.

Entramos en una nueva etapa y la conclusión evidente es que ya no se puede seguir haciendo política como la venía conduciendo la MUD, con éxito creciente, que tuvo su momento clímax cuando se conquistó la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, quedando así convertida la oposición democrática en la primera fuerza política del país.

De los tiempos de lo que algunos llamamos el modelo neoautoritario –el totalitarismo edulcorado con el antifaz democrático– hemos ido pasando vertiginosamente a un ejercicio del poder claramente autoritario, a un régimen de facto, que conserva prácticamente solo dos cosas del simulacro democrático: la existencia de partidos políticos no oficialistas y el derecho, cada vez más conculcado, a las manifestaciones de protestas.

Todo lo demás que se había mantenido desde los tiempos de Chávez –la convocatoria a elecciones, la aplicación de mecanismos de consulta contemplados en la Constitución como el referendo revocatorio de 2004, el mediano respeto a los resultados electorales en alcaldías y gobernaciones–, ha sido borrado drásticamente de la faz del país.

Primero, con el desconocimiento de los electores puesto en marcha cuando se le ha impedido, vía artificio jurídico, a la legítimamente electa AN ejercer las funciones que le asignaba la Constitución. Y luego, por la negativa del gobierno, a través del árbitro electoral puesto a su servicio, de convocar el revocatorio obligante y las elecciones pendientes.

La democracia, o lo que quedaba de ella, está por los momentos suspendida. Quien no lo entienda está extraviado. El juego se ha trancado de modo tajante. El país está secuestrado por una minoría, y en consecuencia, la lucha política convencional por canales democráticos en los términos en que los factores opositores venían realizándola hasta ahora, se tornó inocua. Es como lanzarle piedras a alguien que tiene en sus manos una ametralladora.

El efecto de opinión lamentable que este desfase ha generado es que ha triunfado una matriz que hace responsable a la MUD por la patada a la mesa que ha dado el gobierno. Es como hacer responsable de un robo a la víctima y no al ladrón. La MUD puede ser responsable de muchos errores, pero el único y absoluto responsable de la suspensión de lo que restaba de democracia –desconocer la Asamblea, por lo tanto la voluntad y los derechos de millones de electores; negarse a realizar elecciones– es el gobierno.

Creer que si la MUD no hubiese asistido al diálogo, o que si hubiese conducido la gran marcha de septiembre hacia Miraflores, ya Maduro estuviese fuera del poder o, por lo menos, ya el CNE hubiese convocado a elecciones, es una presunción de inocencia y un profundo desconocimiento de la siquiatría diabólica, dogmática y delictiva a la que nos confrontamos.

Los errores de la MUD son muchos: no haber tenido una estrategia común ante el acelerón autoritario; haberle transmitido a la población expectativas de cambio sin sustento real, como las de Ramos Allup anunciando la caída en seis meses; no haber tenido mayor transparencia ante las condiciones y objetivos del diálogo.

El chavismo, lo saben ellos, lo sabemos todos, está en la calle ciega del autoritarismo del que generalmente nadie retorna. Porque perdieron lo que antes tenían a mares llenos, el apoyo popular. Y perdieron también la economía, que vivió boyante con el respirador artificial de los petrodólares.

Las fuerzas opositoras, que no son solo los partidos, también lo son los ciudadanos y sus organizaciones, tienen por delante un reto de imaginación política como pocas veces lo habíamos visto en América latina. Conseguirle la repuesta a un dilema: ¿Cómo luchar contra un modelo autoritario con legitimidad electoral pero colocado al margen de la ley sin que la lucha signifique salirse de la condición democrática?

El primer diálogo, el impostergable, es entre los demócratas. Porque hasta ahora esta pregunta ni en los impacientes ni en los moderados tiene respuesta.

@tulioehernandez

Publicado en: El Nacional