viernes, 17 de febrero de 2017

LA MUERTE DE UN NIÑO HABLA MAL DE CHÁVEZ



Después de leer ese espanto, lo único que pude hacer fue llevarme las manos a la cabeza y llorar.

Siento el dolor vivo en el corazón cada vez que recuerdo el cuento que El Correo del Caroní publicó en su página web el primero de febrero. Ese periodismo que pasa inadvertido en las grandes ciudades, esa realidad que salta en cada calle de nuestras ciudades Venezuela adentro. No nos enteramos, como si no importara.

La niña tenía 7 meses de nacida y vivía con su mamá en el barrio José Tadeo Monagas, en San Félix, estado Bolívar. Orangelis, se llamaba. En pasado, dejó de llamarse, dejó de respirar, dejó de existir. Esto para mí es un duelo, como es un duelo permanente lo que presencio cada día, la vida se nos escapa a los venezolanos.

La muchachita tenía unas manchas en la piel y la mamá la llevó a un centro hospitalario de la zona para que la vieran. Los médicos le dijeron al principio que eran unas marquitas que salen producto de la desnutrición. Hicieron su trabajo, la estabilizaron, pensaron que se recuperaría. Pero todo dependía de que esa pobre mujer consiguiera fórmula infantil para darle de comer. Y no consiguió. Aunque la hubiera conseguido, no tenía dinero para comprarla, es muy cara. Se supone que al centro asistencial debería llegar este insumo desde Caracas, pero tenían semanas sin recibir. No sé si la ministra sabrá lo importante que es este recurso para los más pobres, de repente cree que es un consumismo que nos ha inculcado el capitalismo.

La bebita fue empeorando hasta que no pudo más, no aguantó, se fue. “El domingo en la noche, Orangelis empeoró y, finalmente, dejó de respirar. Cuando murió, uno de sus ojos se desprendió de la cuenca ocular”, relata el colega del diario.

El diagnóstico fue claro desde el principio. Con la desnutrición van fallando todos los órganos hasta que dejan por completo de funcionar.

II

¿Me he vuelto amarillista? Disculpen, pero no puedo ocultar mi dolor, y siento que debo decirlo, contarlo con todos los detalles. Que la gente que no haya leído esa nota en el periódico guayanés tenga la posibilidad de enterarse de lo que pasa. Los mismos médicos del centro asistencial donde murió la pequeña afirman que 80% de las consultas en pediatría son por desnutrición.

No sé si me explico, no es que una mamá llega a ver al pediatra y le dice: “Mi hijo tiene desnutrición”. Llega como la mamá de Orangelis, porque tiene unas manchitas, porque no deja de llorar, porque no duerme, porque tiene una gripe que no se le cura, porque tose desde hace meses. Son manifestaciones de un mal mayor, que carcome los cuerpecitos de esos angelitos. La ignorancia, la pobreza y la escasez son una combinación letal. Porque, lamentablemente, esas madres no saben, seguramente gestaron estando desnutridas, nadie les enseñó a comer.

¿Me he vuelto grosera? A juicio de cierto capitán, debo ser la mujer con la boca más sucia del país. En San Félix en este arranque de año ya han muerto cuatro niños por esta misma causa. Eso solo en esa ciudad. ¿Y qué pasa con los que se han muerto en todo el país? Cada niño, cada bebé, cada adolescente que deja de comer es una grosería bien dicha en contra de Chávez.

Lo dicen los propios médicos, si esos niños consiguen ser estabilizados en los hospitales, “las probabilidades de vida son bajísimas: si no mueren aquí, mueren en la casa porque no hay qué comer”.

Puedo ser así o más grosera. No hacen falta malas palabras. La realidad completa de este país es el mayor insulto para la memoria del que no debe ser recordado. Y si es así, seguiré escribiendo insultos, porque a mí sí me duelen estos niños, capitán.

Ana Maria Matute
En ABC de la Semana

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