viernes, 17 de marzo de 2017

Soy un chavista tarifado.



No se alarmen, pero soy un chavista tarifado. Ese adjetivo me lo he ganado a pulso, a pesar de que nunca me ha pagado el PSUV ni formo parte del conglomerado de censura y control que maneja el partido de gobierno. Tampoco me gané el calificativo por ir a participar en alguna competencia de élite con el dinero público, ni por salir en una foto con algún alto funcionario. Soy un chavista tarifado porque opino distinto a un grupo de opositores, y ya eso es suficiente.

Esta es la dinámica de nuestra libertad de expresión. O piensas como yo, o eres menos. En más de 17 años de dictadura el gobierno ha logrado destruir la palabra, eliminando cualquier posibilidad de debatir y de argumentar. Como resultado tenemos una parte de la oposición que quisiera censurar tanto como Conatel.

De esta manera amenazan y descalifican a críticos de cine, a tuiteros y a todos aquellos que se atrevan a plantear una opinión distinta a la de ellos.

En esa negación de lo que no piensa como ellos, nos hemos convertido en una sociedad conservadora que más que construir quiere imponer. Millones de microdictadores que se creen dueños de la verdad y que no permiten y no quieren escuchar nada con lo que no comulguen.

La realidad es que mientras esta tendencia crece, nuestro futuro pinta menos esperanzador. Pero no por ello podemos dejar de opinar.

No soy un chavista tarifado; critico porque me importa, porque creo que la oposición no es perfecta y que sigamos sumidos en este proceso político es muestra de ello. Los criticaré a todos mientras pueda, porque esta es una columna de opinión y de eso se trata. Pero, sobre todo, los seguiré cuestionando porque creo que solo así puedo colaborar para forjar una mejor oposición.

Somos muchos los que seguiremos escribiendo a pesar de que la censura se multiplique como una plaga de ambos lados, porque sabemos que si queremos democracia, tenemos que empezar por aceptarla.

Carlos Weil Di Miele

viernes, 10 de marzo de 2017

¡Aunque te vistas de seda!




Avanza el mes de marzo para que se cumpla el primer trimestre de este año 2017 y en nuestro país no podemos decir que la cosa sigue igual, con honda y profunda preocupación debo confirmar lo que se recoge en el más recóndito rincón de nuestra geografía y da cuenta en el estrago de los estómagos que producen los ácidos por falta de alimentos para procesar, la cosa está peor y cada vez se hace más difícil comer y vivir con calidad en Venezuela, por lo menos para la gran mayoría de ciudadanos comunes y corrientes. Escuchar lo que poco a poco vas eliminando de tu dieta diaria, no porque no lo puedas comer, sino porque no lo puedes pagar y lo que es peor, las cosas por las que lo sustituyes, raya en la más miserable impotencia de no poder ponerle coto a semejante situación de una vez y a la brevedad.

Usar literalmente el pellejo del pollo para sacar aceite es uno de los ejemplos con toda su crudeza de nuestra realidad; caparazones, sardinas y tubérculos representan la base fundamental de una lista de compras cada vez más corta que coloca a lo que antes era rutina en lujos difíciles de costear.

No entremos en la creatividad cuando del elemento de higiene y aseo personal se trata, o del tratamiento para enfermedades permanentes que apela al retorno a las hierbas, guarapos que habíamos dejado atrás. “¡Qué difícil está la cosa! ¿Hasta dónde vamos a llegar?”, se suele repetir en cualquier escenario, desde visitando un barrio buscando pan o masa de arepa pelada, a las puertas de un hospital y hasta en la cola del banco mientras intentas sacar lo poco que has podido guardar, nadie se salva de esta tragedia difícil y muy compleja, o por lo menos aquellos que no estamos enchufados, pese al intento fallido del socialismo para conservarse en el poder incluyendo la celebración por la entrega de cajas con comidas que la gente tiene que pagar mientras se cala un discurso trasnochado de falsa generosidad de quienes construyen corruptelas a costa de la peor necesidad. Pero no solo es el tema social o el económico, si abordamos el escenario político la cosa no es diferente, el país está cansado y exhausto; vivimos de proceso en proceso que desgastan a nuestra dirigencia partidista, entusiasma y desanima a la llamada sociedad civil que no siente ninguna conexión con la representación política, que está molesta por el rumbo que tomamos cada día, pero que debemos seguir estimulando para impedir la muerte definitiva de una democracia que el oficialismo conduce a su decadencia, apoyados por poderes como el TSJ y el CNE con cronogramas, fechas y procedimientos como las legalizaciones de los partidos, retrasan la convocatoria a elecciones regionales y municipales que saben no ganarían.

Mientras los venezolanos intentamos deshojar la margarita, allí está el gobierno, burlándose de todo el mundo incluyendo a los de la famosa XIV Cumbre Extraordinaria de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América que se llevó a cabo en Caracas para aparentar logros que nadie les cree, hospedando gratis a un gentío, comensales que disfrutan de las mieles alimenticias que le cuestan un ojo de la cara a nuestro presupuesto y que bien ayudarían de verdad a familias en pobreza extrema que son más de las que dicen mientras las intentan ocultar en conclusiones contradictorias y hasta hipócritas.

Debemos seguir denunciando todo lo que pasa y combatirlos con energía, aunar esfuerzos y establecer un objetivo común que mueva y convenza a la cada vez más decepcionada sociedad, porque aunque algunos se vistan de seda, seguimos sumergidos en fuertes desigualdades y desequilibrios, en medio de un proceso de incesante cambio donde desafortunadamente el atraso y las injusticias, así como la violencia y desesperación, tienden a imponerse más allá de lo tolerable.

Deyalitza Aray

martes, 7 de marzo de 2017

Nuestra opinión: ¿Por qué nos cuesta tanto?



Tanto dentro, como afuera de nuestras fronteras físicas y digitales, la certeza mayoritaria es que atravesamos una profunda y devastadora crisis económica, social, política y familiar, no existe una esquina a lo largo y ancho de nuestra tierra, donde la queja, la preocupación y un alarmante desanimo arrope las conversaciones que tenemos.

Bien sea abriendo los pocos periódicos impresos que quedan, incluso los oficialistas, o accediendo a cualquier portal de noticias, las notas, testimonios y cifras hablan por sí solas de las calamidades, que debemos transitar para medio sobrevivir en la actualidad, es tal la magnitud de lo que pasa en Venezuela, que una búsqueda sencilla por internet de “economy in Venezuela”, le arrojara por lo menos varios resultados todos los días, de innumerables portales a nivel mundial que reportan, opinan, investigan y reflejan crudamente nuestra situación.

De tal forma que el diagnóstico y análisis de lo que nos pasa está por demás documentado, no existe nadie dentro de nuestro país que permanezca indiferente, no hay clase social, sector económico, área de trabajo, grupo religioso, obrero, gremial o de amigos que no se sienta afectado, la cotidianidad venezolana consiste hoy en una lucha por sobrevivir, ya ni siquiera al día, ahora, a las horas que se intenta tratar de comer algo, así estamos.

Igualmente es casi homogénea, la percepción y convencimiento, que desde los diferentes factores de la oposición se tiene sobre quienes gobiernan a Venezuela hace más de 18 años, si hablas con algún connotado líder de la MUD del ala conservadora, te reconoce que el estamos ante un régimen autocrático, tramposo, corrupto, que nos ha arruinado y que no tiene ninguna intención de dejar el poder, si te vas hacia quienes, todavía dentro de la MUD, tienen posiciones más frontales y crudas, quizás te cambien lo de autocrático por dictadura, pero en el fondo te dicen lo mismo: por las vías normales esto no se resuelve.

Si por el contrario, ubicas a, cada día más amplios e importantes sectores, que a pesar de no estar dentro de la coalición opositora, tampoco son sus enemigos, estos vuelven a coincidir, en la certeza que sobre el gobierno, la inviabilidad de este modelo y la absoluta falta de intención de convocar a elecciones “normales” tiene el oficialismo, pero es que incluso, si pisas lo que en el pasado era la acera del frente: personas, líderes comunales y vecinales, identificados y resteados desde el principio con Chávez y sus ideas, te consigues con la coincidencia generalizada, de que esto fracaso, de que no hay salidas para esta crisis mientras gobierne Maduro y sus aliados, y que definitivamente se requiere de elecciones generales que cambien a nivel nacional a quien dirige los destinos de la nación.

No hablamos entonces de cualquier pelusita de mono, tampoco de los restos de algún polvo cósmico, estamos viendo como una gigantesca masa de venezolanos, de cualquier género, edad, credo, religión, gustos, colores y afines estamos de acuerdo en la gravedad y profundidad de la crisis, en el urgente y necesario cambio de gobierno, como impostergables pasos iniciales, para poner en marcha un proceso que detenga, en principio, esta caída de ruina y desolación, que procure la estabilización de toda nuestra sociedad y que nos saque de esta violencia y crimen, que amenaza con acabar definitivamente todo nuestro entramado como país.

Entonces, ¿Por qué no avanzamos precisamente hacia allá? ¿Por qué seguimos haciendo exactamente lo contrario para salir de esta pesadilla?, si prácticamente todos estamos de acuerdo, ¿Por qué dejamos que los intereses de cuatro se impongan?, en término, ¿Por qué nos cuesta tanto?

Les confieso que no tengo ni idea, no logro comprender como tanta gente buena, preparada, que ama y quiere desde sus entrañas a Venezuela no logra levantarse, erguirse y en una sola voz, ponerse de acuerdo para rescatar a nuestra tierra de esta demolición que vivimos, no entiendo cómo millones, dejamos que un puñado de malos políticos, porque hay unos muy buenos, sean los que nos dicten las pautas, en base a sus mezquinas y bajas agendas personales, quizás esa sea una desgracia mayor de la que nos ha tocado sufrir, por ratos parece que no tenemos lo suficiente para entre la inmensa mayoría, ponernos de acuerdo y presentar al país una alternativa unitaria real, contundente, inclusiva por los cuatro costados y acertadamente adecuada para los tiempos que debemos enfrentar.  

UNQUIJOTE