sábado, 4 de febrero de 2017

#EstáDicho 4 de Febrero: la sangre fue el legado.



Eran las 12:30 a.m. del 4 de febrero de 1992. Justo en ese momento, José Ángel Vargas Galíndez se encontraba como funcionario destacado de la DISIP (Dirección General Sectorial de los Servicios de Inteligencia y Prevención), para entonces, la policía política de Venezuela, dentro de la residencia presidencial – la Casona –, cuando un grupo de soldados irrumpió en el lugar vestidos de verde oliva y con el rostro pintado de negro para confundirse con la oscuridad. El testimonio del policía fue publicado el día siguiente por el diario Últimas Noticias. Allí comenzaron las bajas.

Ricardo Sánchez Silva – @RicardoLoDice

Lo digo así: La violencia fue su divisa

La intentona golpista liderada por el teniente coronel, Hugo Chávez Frías, quien para entonces comandaba la brigada de paracaidistas de Maracay, José Leonardo Chirinos, tuvo tres objetivos principales: Miraflores, la Casona y la base aérea La Carlota, en los que utilizó medios violentos para intentar llegar al poder, tal como él mismo reconoció en su mensaje de rendición. La sed era de poder, con las justificaciones que esgrimieron al respecto para atacar a la democracia aquella madrugada de febrero.

“Compañeros, lamentablemente, por ahora los objetivos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros no logramos controlar el poder. Ustedes lo hicieron muy bien por allá, pero ya es tiempo de evitar mayor derramamiento de sangre, y de reflexionar”, fueron las palabras del militar, que ya para entonces tenía sobre sus hombros más de cien muertos a causa de la rebelión, según reseñó Últimas Noticias, aunque con dificultad para precisar la cifra exacta. La morgue del Hospital Militar tuvo mucho movimiento, pues en su mayoría fueron efectivos castrenses los que cayeron.

Tres rostros, decenas de muertos

Distintos rostros civiles y militares representaron en los medios de comunicación la matanza de decenas de venezolanos, víctimas de aquella asonada que rechazaba, entre otras cosas, la represión de los organismos de seguridad del Estado contra el pueblo, durante el Caracazo (27 de febrero de 1989). Es decir, reclamaron sangre con más sangre.

Mientras dormía, Noelia de Lorenzo Rada, una niña de nueve años de edad, recibió el disparo de un FAL que se alojó en su cabeza, luego de atravesar la pared del apartamento donde vivía, justo en el piso 8 del Edificio “Gran Mariscal de Ayacucho” en la esquina Tinajitas, en los alrededores de Miraflores.

Echarta Gaizka de 20 años, estudiante de ingeniería de la Universidad Simón Bolívar, se trasladaba por la Avenida Francisco Fajardo en un vehículo con su padre; le dispararon desde La Carlota, lo hirieron gravemente y falleció en el Urológico “San Román”.

José Aldana, Cabo II de la Policía Metropolitana fue otra de las víctimas mortales del golpe. Recibió un tiro en el abdomen directamente del arma de un francotirador insurrecto y falleció al entrar al Hospital de Lídice.

A estos se suman otros civiles, funcionarios de la Policía Metropolitana, Fuerza Armada Nacional (FAN) y Disip que fueron asesinados a mansalva.
La cabeza de CAP era el trofeo

Más allá de cualquier lucha reivindicativa para los militares, los golpistas buscaban matar al presidente, Carlos Andrés Pérez (CAP). El ataque a la Casona fue hecho con morteros, pero afortunadamente dos de los proyectiles que cayeron en los techos de las habitaciones presidenciales, no estallaron. En tal sentido, el presidente fue severo en su orden de no negociar con estos grupos terroristas en su mensaje enviado a través de Venevision a su Ministro de Defensa, Fernando Ochoa Antich, luego de que el, entonces, Jefe de la Casa Militar, General Iván Carratú Molina, lo sacará por el estacionamiento de Miraflores. “No quiero negociaciones de ninguna índole ¡Échenles plomo!”, sentenció.

Dentro de las razones esgrimidas por los golpistas estuvieron la mala gestión política y económica de Pérez, el descontento de los sectores medios y bajos de la FAN con los oficiales de alto rango, a quienes consideraban corruptos e incapaces, la utilización del Ejército y la Guardia Nacional para reprimir al pueblo el 27 de febrero de 1989 (Caracazo), así como el cuestionamiento por la posición que sostuvo el presidente con respecto a la delimitación de la frontera con Colombia.

No se puede dejar por fuera, el reclamo que hacían con respecto al deterioro de las condiciones socioeconómicas de los oficiales de rango medio y bajo en la tropas y el empleo de las FAN para labores como la repartición de útiles escolares, becas alimentarias, campañas de vacunación y de arborización. ¡Paradójico, esto último!, pues es pública y notoria la participación política actual de las FANB en diversos actos y eventos del partido del régimen (Partido Socialista Unido de Venezuela, Psuv).

Lo dicen las fuentes: Paracaidistas engañados al matadero

Resulta importante destacar que la versión oficial ofrecida por CAP sobre los hechos en cuanto a la razón que movilizó a los soldados rasos hacia los objetivos planteados para el golpe, coincide con el testimonio de militares de la brigada de paracaidista de Maracay, ofrecido al diario El Nacional.

El presidente Pérez declaró que el golpe de Estado fue provocado por la ignorancia y ambición de un grupo de militares que llevaron engañados a jóvenes soldados a atentar contra la democracia, pues según órdenes del líder de los sediciosos, iban a una “maniobra de tiros”. En las inmediaciones de la Casona, cuando la hija y esposa de CAP se acercaron a uno de los soldados insurrectos, les gritó “que no lo sepa mi madre, me trajeron engañado. Nunca podía pensar que yo viniera a atacar la casa de usted, señora Pérez, o del presidente Carlos Andrés”, narró el primer mandatario sobre lo ocurrido.

Ahora bien, de acuerdo a lo que dijeron al diario los insurrectos, la movilización fue hecha bajo órdenes de Chávez, quien los llevó engañados, pues pensaron que era una maniobra conjunta que realizarían en la población El Pao. “No somos políticos, solo estábamos cumpliendo órdenes. Mi grupo era de 42 hombres y nadie sabía qué estaba haciendo el otro grupo”, declaró un soldado paracaidista al periodista Elías García Navas.

La cifra oficial de militares detenidos, ofrecida por el Ministro de Defensa, y publicada por la prensa el día siguiente de la intentona golpista, fue de 1.089 funcionarios. No solo estaba involucrada la brigada de paracaidistas de Maracay, sino también la de blindados de Valencia. Según reseñó – para la fecha – el diario El Mundo, habían pasado 27 años de paz en democracia sin que ocurriera un levantamiento militar, después de la insurrección de la Escuela de Guardias Nacionales de Ramo Verde, al principio del período presidencial de Raúl Leoni; lo que, por cierto, terminó con la muerte de un teniente coronel.

El alzamiento del 4 de febrero fue netamente militar. No hubo factores civiles involucrados que representaran el clamor del pueblo en cuanto a la difícil situación que vivía el país. A pesar de que los facinerosos se habían rendido, la violencia no había terminado, pues 9 meses después – con Chávez en la cárcel –, reincidirían el 27 de noviembre, otro día marcado por la tragedia. La sangre fue el legado del “supremo”.

Original: Ricardo lo Dice

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