jueves, 5 de enero de 2012

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Ciudad en caos
Solo recuerdos van quedando de nuestra bien amada Ciudad cordial de Venezuela, no se necesita mucho tiempo para darse cuenta de el gigantesco caos en que se ha convertido Puerto Cabello mientras las autoridades municipales se dedican a disfrazar algunas plazas y redomas de las manera más burda y chabacana quitándole majestad a monumentos históricos en nombre de un circo muy mal montado.
Los gandoleros y sus gandolas ocupan el primer lugar en esta especie de top ten de la anarquía, no existe espacio que sea respetado por estos conductores que creyendo que manejan un triciclo van a altas velocidades apartando por la buenas o por las malas a quien ose ponérseles enfrente, hacen no doble, sino triple y hasta cuádruple fila en la autopista impidiendo el flujo normal de vehículos, trancando vías de acceso, salidas o entradas que generan enormes colas diarias, los fines de semana se dedican a sacar los cachivaches que de broma pueden mantenerse circulando, destartalados y oxidados representan un peligro de salubridad pública, son una especie de virus montado sobre ruedas que en definitiva son los dueños de las carreteras, nadie en su sano juicio discute o intenta hacerlos entrar en razón y a los municipales y guardias parece que les son completamente invisibles.
Los motorizados y sus montos van muy de cerca en este segundo lugar, si manejaran vehículos más grandes serian más peligrosos, nadie sabe como lo hacen pero en fracciones de segundos los tienes por la derecha, por la izquierda, arriba, abajo, por los aires o bajo de la tierra, eso si siempre con alguna frase bonita que irremediablemente te va a recordar a tus progenitores, los flechados no se hicieron para ellos, me imagino que representan una especie de señal que no logran entender en su total plenitud y si por casualidad te consigues con ellos cuando van hablando por celular corre papá que lo que viene es joropo, si alguno se estampilla en tu carro a rogar a dios, en menos de lo que canta un gallo estas rodeado de por los menos unos 100 entre conductores y parrilleros, quienes con cara de pocos amigos te van hacer pedir con vehemencia la presencia de algún fiscal, aunque honestamente nunca se sabe si es peor el remedio que la enfermedad.
Los taxistas y sus carros, también los hay con motos, representan una de esas raras transformaciones humanas, son como el otro yo del Doctor Jekill, el señor Hyde, ¿se acuerdan del cuento?, en líneas generales son personas amorosas, buenos padres o madres, serviciales en su casa o fuera de ella pero se convierten en verdaderos demonios cuando se ponen detrás de un volante, los asalta el daltonismo, no distinguen color alguno y van como monos saltando de semáforos en semáforos, comiendo cuanta flecha consigan, se atraviesan sin ton ni son y ni se te ocurra decirles algo, tienen un exagerado gusto por las vueltas en U, en zeta o en lo que sea con tal de poder avanzar una 32 microsegundos en una cola, les encanta ser tratados como servicio público pero trabajan cuando quieren y donde quieren, ciertamente son una clase de conductor digna de estudiar.
En una semana en el puerto cualquier persona podrá verificar lo que digo, nos hemos convertido en una caos vehicular de altas proporciones mientras las autoridades competentes brillan por su ausencia socialista.

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