lunes, 26 de enero de 2015

¿La hora de que?

Nuestra memoria es corta, todo lo que ayer tuvo importancia para nosotros hoy posiblemente sea tan solo un recuerdo brumoso, somos hijos de la transitoriedad, la vida misma es en extremo corta, todo nace y muere, florece, desaparece y en ocasiones se transforma, pero nunca será lo mismo.
Vivimos los venezolanos tiempos dramáticos por estos días, nuestras angustias han dado paso a una poderosa sensación de estar en una especie de pantano que nos desespera hasta límites impensables, la aprensión y el temor se han convertido en acompañantes permanentes y aunque buscamos sosiego, sentimos que en ningún lugar estamos a salvo, ni del terror de la muerte a manos del hampa, ni de la monstruosa crisis económica que nos golpea a diario.
La premura de sentir que se nos va la vida metidos en este desastre nos empuja a la exasperación total, a buscar de manera afanosa algo que rápidamente nos devuelva algo de seguridad, pasa cualquier cosa, por descabellada que sea, a tener sentido para nuestras plegarias, buscamos en nuevamente una especie de mesías salvador, ya se nos olvidó que lo hicimos en el pasado, en el 88, en el 93 y en el 98, hicimos metástasis de nuestras propias desesperaciones, frustraciones y esperanzas.
¿Alguien se acuerda del ya basta ?, o de ¿dónde están los reales?, ¿correcto?, o ¿el pináculo: freiremos las cabezas de los adecos en aceite?, hemos sido testigos y partícipes, todos incluyéndome, de nuestra propia destrucción como país, como sociedad y como familia.
La brutal crisis por la que atravesamos traspasó las fronteras económicas, no solo es la gigantesca incapacidad del actual régimen para darle comida y productos básicos a su población, a pesar de haber manejado tanto real que sin lugar a dudas bien administrados, hubiesen hecho de Haití y a una docena de países potencias mundiales; es el enorme hueco moral y social que han cavado con una efectividad y eficiencia dignas del récord Guinness, el peor logro de esta nefasta revolución.
Pero mucho cuidado con nuestra memoria frágil, todo esto se ha venido fraguando desde hace mucho tiempo antes de llegar Chávez y su tropa al poder, el entramado de corrupción e ineficiencia venía sembrándose en una sociedad que empezaba desde los 70 dando signos inequívocos del cansancio de un modelo exitoso al principio, pero agotado y excluyente para ese momento, empezamos el tránsito de la búsqueda que nos devolviera lo que aún en nuestra memoria recordábamos como bueno, lo hicimos con el Gocho, queríamos que volviera la gran Venezuela , luego buscamos en Caldera el hombre, otra vez el mesías, de la paz, de la honestidad, y acabamos eligiendo en el 98 al vengador de todos nuestros males, queríamos cobrar la factura y lo hicimos.
Como buenos hijos de la transitoriedad, apostamos de nuevo a lo inmediato, a lo que oteábamos sería nuestra vuelta triunfal a mejores días y la aniquilación de los malucos que nos habían llevado a tal situación, fuimos incapaces de ver el bosque, nos empeñábamos una vez más en seguir los atajos, los recovecos de la historia; tarde piamos, pajaritos.
Así las cosas, mis buenos amigos, nuevamente comenzamos a sentir que ya basta, que definitivamente esto no es vida, que esto no lo aguanta naiden , que ya llegó la hora de algo, no sé, se nos vuelve a olvidar que lo que atravesamos ha tenido mucho tiempo sembrándose y cosechándose, que si alguna hora ha llegado para poder ir, ¡ojo!, dije ir, saliendo de este marasmo tenebroso, es la de convertir nuestra desesperación en convicción y fe de las decisiones morales.
Ni fáciles ni rápidos son los tiempos por venir, para poder salir de esta sombras necesitamos convencimiento sincero del camino y no de la trocha, la hora de una unidad democrática o una unidad militar, clarito.

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