jueves, 20 de agosto de 2015

En #PuertoCabello El Príncipe de Barcelona.

La primera vez que fue elegido por el pueblo como conserje de la comarca empezó barriendo bien, parecía que aun dentro del profundo resentimiento del linaje rojo, existían personas dispuestas a realizar el trabajo para el que eran nombraros, incluso las castas medias de las haciendas de la Sorpresa, Rancho Grande y de Cumboto Norte, votaron entusiasmadas y convencidas que este párvulo político les devolvería algo de bienestar a sus vidas, su pasantía por el lejano país del norte y su recorrido por viejas tierras cristianas en Europa, parecían ser una buena carta para la ciudad.
Limpio, pinto, creo la gendarmería municipal, vocifero que acabaría con la total y absoluta anarquía de los gandoleros y las empresas de transporte, total que el hombre iba más o menos bien, lamentablemente al poco tiempo lo engullo su propia salsa, todos los jueves desde la plaza principal, junto a su sequito, se empezó a dedicar a insultar, humillar y amenazar a todo aquel labrador que osada llevarle la contraria y le exigiera, que empezará a cumplir las promesas que lo llevaron al poder, una de las más emblemáticas fue la oferta de levantar en los predios de La Salina, la bicoca de 5 mil moradas para la gente más humilde de su, según él, su querido pueblo, hasta en los tuétanos pues, pero la cosa no paso de ser un vulgar engaño para allanar el camino del gran Imperio Chino que empezaba a tomar posesión del Cantón de Cabello.
Tuvo, sin embargo, una impelable posibilidad de remendar el capote, cuando desde los más altos mandos de Corona se ordenó tomar a lo macho todos los puertos del país, en lugar de colocarse al lado de quienes lo eligieron para defenderlos de verdad, se plegó a la borrachera de venganza e inquina que triunfaba cada día más en las huestes oficiales, orondo llego, incluso a arrebatar lo que por derecho correspondía al poder regional, naves de guerra y batallones del ejército tomaron por asalto las instalaciones del otro puerto, el turístico, adentro tan solo civiles desarmados y con solo la fuerza del derecho y la verdad le hicieron frente, pero ni modo, gano la fuerza y la maldad, inicio su indetenible carrera hacia lo que todos sus camaradas ya habían hecho.
Ya no le gustaba mucho el propio pueblo, que según el repito, lleva hasta los tuétanos, la anarquía era el pan de cada día en las calles y autopistas, los semáforos volvieron a ser adornos guindando, la municipal rompió los records Guinness de matraqueo, los motorizados se hicieron amos y señores de cuanto hueco sirviera para montar sus infernales máquinas de dos ruedas, lo único que se movía era la construcción de los sueños personales del conserje, nada que ver con lo que la ciudad necesitaba y reclamaba, para él era mucho más importante montar espectáculos circenses en carnaval, que realizar las gestiones para que el agua le llegara a los pobladores por tuberías o que tuviéramos de verdad un sistema de recolección de basura idóneo y cónsono con los millones que produce nuestro puerto.
Escogido nuevamente en segundas elecciones, decidió que esto no es realmente lo que quería, su alcurnia estaba mucho más arriba de la de ser un simple mayordomo de un pueblo, aparte que estos porteños no se comportaban como súbditos y vivían reclamándole permanentemente por cualquier situación, que si la luz, que no hay harina, que el tetero de los niños, que les manden un poquito de agua, como si no tuviera cosas más importantes que hacer: ir al teatro contemporáneo de la Soborna, pasear por el arco del triunfo, disfrutar de la buena vida con los Catalanes, gente de abolengo, no cualquier pendejo de este cantón, entonces estuvo convencido, entendió que su futuro estaba allá, lejos de estas costas, en tierras azules y como el Príncipe de Barcelona.

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